Poniendo tornillos segundo storyboard compartido

Era la vigilante, con su amplio escote y su lencería negra, con una fusta en una mano y el tornillo deforme en la otra.

L. E, se quedó tan pasmado, que no era capaz de articular palabra.

La vigilante agarró a l. E, por el cuello de la camisa y se acercó a su cara. Le echó el humo de su cigarrillo, y l. E, empezó a toser, hacia un lado evitando la cara de la vigilante.

– Cómo te has atrevido a romper la cadena de la perfección? Dijo la vigilante.

Yo, yo, balbuceó. L. E.

Sólo he cogido un tornillo que no servía para nada.

De repente, l. E, despertó.

Aún podía oler el humo mezclado con el aliento cálido de la vigilante y aún notaba las salvajes palpitaciones de su corazón entre las piernas.
¿Por qué los sueños se quiebran en el mejor momento? Se preguntó.

Habían pasado 45 minutos desde que se sentó a contemplar el tornillo sobre la piedra. Ni se dio cuenta de cuando se había difuminado la luz de la farola en sus retinas.

Intentaba sacudirse el sueño meneando la cabeza, pero las palabras perfección y arte seguían retumbando en su cabeza como el ritmo de la percusión te acompaña horas después de salir de un concierto. Seguía confuso por la repentina importancia que habían adquirido aquellos conceptos desde la aparición de la extraña nota, pero sentía el cuerpo entumecido por la humedad y decició volver a casa.